Seguimos wasapeando con Camilo y conociendo más detalles de su vida. Publicarla es su deseo y nuestro compromiso. Y las fotos de Jack vienen a cuento porque Camilo se le parece bastante en realidad. Pasen y lean.
Yo también fui, en algún momento, de esos putitos que no comen para no cagar la pija. Si había que elegir, entonces, comer por detrás era algo de vital necesidad, jaja.
La culpa fue de Luis.
Ese mismo domingo que me cogió por primera vez, pero por la tarde, apenas mis viejos salieron para la iglesia, se apareció él, ya con la pija en la mano. ¡Pendejo calentón! ¡Cómo me gustaba verlo hacer gestos obcenos con esa risa guarra y tan libre que tenía a los quince años! Ahora no es que se haya convertido en un amargado, pero se cuida de hacer esas pendejadas que a mí me divertían tanto. Bueno, el caso es que entró en mi cuarto con los pantalones bajos y la verga dura. A mí se me iluminaron los ojitos y él me la mandó directo a la boca. Mientras yo se la chupaba, él hablaba. Siempre fue de hablar mucho y de contar las anécdotas más locas. Tiene un don para esas cosas, porque sabe relatar y sabe armar bien las frases. Además tiene linda voz y seguro que, si no hubiera nacido en la villa, habría sido un gran locutor para la radio. Yo se la chupaba y él me contaba lo bien que la había pasado en la mañana. Que él había imaginado que cogerme le iba a gustar, pero que no había creído que le gustaría tanto. "Por eso estuve a punto de arruinarlo todo", me dijo, y ahí me soltó aquello de que, si hubiera acabado a la primera metida, se habría ido a la mierda y no me tocaba nunca más. Porque Luis, además de buen orador y facherito, siempre fue también muy orgulloso. Lo que más me gustó fue que me elogiara el culo. "Yo siempre te miraba el culo. Vos no te dabas cuenta, pero siempre te relojeaba el orto. Sobre todo en verano cuando te ponés shorcitos. Lo tenés bien redondito y a mí me pone loco eso". Me pidió que me quitara la ropa, así él me podía ver las nalgas mientras yo le comía la verga. Y así seguimos, yo mamando y él enumerando las bellezas de mi trasero. Hasta que dijo la frase que arruinó el momento: "Yo tenía miedo de sacarla embarrada de mierda".
Hasta ese momento, mi concentración estaba enfocada en tragar lo más profundo que pudiera, sin tener arcadas. No es que Luis la tenga enorme (es una pija normal), pero, para un principiante como era yo en ese momento, hasta un chizito parece un termo. El día anterior, él me la había empujado a fondo y yo me la había tragado toda, con la esperable reacción de mi garganta. Yo había escuchado hablar a las putas del barrio y sabía que se podía tragarla toda sin esos problemas, así que ese fue mi objetivo primario. Pero sucedió que Luis lanzó la frasesita justo en el momento en que yo me decidía a ir por todo. El momento en que él dijo "embarrada de mierda" coincidió con el instante en que mis labios rozaban los pelitos de su pubis. La sola idea de que esa pija que yo tenía en la boca estuviera cubierta por mis propios excrementos me resultó pavorosa. Me lancé hacia atrás entre arcadas y toses y me golpeé la cabeza contra el borde de la cama. Luis se asustó y me ayudó a levantarme mientras me decía que no fuera tan rápido, que no era necesario que hiciera una garganta profunda si no podía. En el sumum de su comprensión, no pudo comprender el verdadero trasfondo de la situación.
Nos recostamos en la cama. Él se acomodó por detrás, listo para entrar en acción. Sin embargo, tuvo la delicadeza de preguntar: "¿Te cojo?".
A pesar de que habían pasado pocas horas desde la cogida anterior y de que el culo me dolía horrorosamente, las ganas de ser penetrado no se me habían ido ni un poquito. Sin embargo, la frasesita de Luis me hizo entrar en pánico. Al mediodía había comido poco, ¡pero había comido! Y todo eso estaba todavía dentro de mis intestinos. Si Luis me la metía y yo se la embadurnaba de mierda, la única opción que me quedaría sería el suicidio. Sentí que el ano se me cerraba y el dolor se intensificaba por la tensión del músculo. Él me acariciaba las nalgas y un dedo se coló hasta el hoyito... y tuve que decirle que ¡no!, que me dolía mucho y que "mejor hoy no... aguantemos a mañana". Su carita, hasta entonces risueña, se contrajo en una mueca de decepción. Insistió un poco más con "te la meto despacito" y "solo la cabecita", pero yo me mantuve firme. Al rato volvería a insistir, con el mismo resultado. Entonces, en un rapto de creatividad erótica de la que aun hoy me asombro, me subí encima de él y empecé a frotar mi cuerpo contra el suyo, besando su piel desde el cuello hasta los pies. Acariciaba su verga dura con mi vientre al mismo tiempo que le mordisqueaba suavemente los pezoncitos. Y al seguir bajando le comí la pija entera como si siempre hubiera sabido cómo hacerlo. Le lamí los huevos, le sobaba las piernas e invertí mi posición para que él pudiera manosearme las nalgas mientras yo le comía los dedos de los pies. Me quiso meter un dedo en el culo y yo le rogué que no. En compensación, me arrodillé junto a la cama y le chupé la verga con devoción. Él entretenía sus manos en mi trasero y me hablaba de lo lindo que se sentía la mamada, que él nunca había imaginado que se sintiera tan rico y que tenía suerte de tener un primo "tan buena onda".
Hoy creo que esa frase marcó el carácter de nuestra relación. Para él, yo soy el "primo buena onda" con el que coge cuando anda con ganas (o sea, casi todo el tiempo). Quizá sea porque comprendí eso desde el primer momento que no me enamoré de él, como sí hice con otros. Ese día se la chupé con ganas porque me gustaba y porque yo también me sentía frustrado. Yo era el principal interesado en recibir esa verga, pero me ganó la inexperiencia. Bastante tiempo después, aprendería cómo cuidarme y cómo prepararme para evitar "accidentes". De momento, solo podía brindarle los servicios (igualmente inexpertos) de mi boca, mi lengua y mis manos. Por suerte, para los debutantes eso suele ser suficiente.
La primera vez que eyaculó conmigo, yo estaba demasiado nervioso como para fijarme en los detalles. La segunda vez, la pija estaba dentro de mí. Tuve que esperar a esa tercera acabada para observar el magnífico espectáculo de la eyaculación de Luis. Los testículos se apelmazan, se hinchan las venas del tronco, todo el pene empieza a sacudirse con el ritmo de los latidos, al inflarse de sangre, la piel de su glande se pone lustrosa y, finalmente, de su diminuto cráter surge la erupción blanca, que se eleva diez, quince o veinte centímetros, y cae pesadamente sobre el vientre, sigue los canales de su abdomen y terminan su descanso en el ombligo. Luis es de los que acaban en torrente. Pocas veces vi algo igual. Esa tarde (y todas las tardes, a decir verdad) yo era su geisha. Una geisha que, ese día, no estaba dispuesta a entregarle el culo, pero que hizo todo lo posible para que la experiencia valiera igualmente la pena. Cuando pude reponerme del azoramiento de su explosión, le lamí lentamente la panza y, con la lengua, limpié todo resto de semen. Todavía me gusta su semen, dulzón y ácido a la vez. Me gusta ver el contraste de su blancura sobre la piel aceitunada.
En pocas palabras, por cómo es y por cómo me trata: me gusta Luis.
I'm sure many men are dreamin' of slim bottom twinks like that. 😉🖤💯
ResponderBorrarNo cabe duda!!!!!! jajajajaja
BorrarBuenisimo el relato. A tenido unos cuantos puntos de humor bastante picarones y divertidos. Me a gustado bastante. Sobretodo que Jack porfin se haya decidido a mutilar esa "espantosa Oruga" que tenia por entrecejo jajaja...
ResponderBorrarBesitosss !!!
Como siempre tu narración es excelente y me pones muy caliente, Lelyendote uno piensa que necesita un primo buena onda...
ResponderBorrarUn abrazo.
Yo solo le doy formato al relato de Camilo. Justo es darle el crédito que merece, jeje
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