Obvio que lo que sigue lo escribió Zek, pero la historia es de un chiquito muy lindo, llamado Camilo, que conocí hace unos meses por Grindr y pasó una noche en casa con toda la tribu. En estos días de cuarentena estuvimos wasapeando y de ahí salió este relato. Que lo disfruten.
Yo tenía catorce cuando Luis se metió por primera vez en mi cama. Él tenía quince y era algo así como mi superhéroe. Yo siempre fui mariquita y siempre viví en la villa. No saben lo difícil que se hace la existencia para una mariquita en una villa. Los chabones del barrio me hacían la vida imposible. Como mi viejo es boliviano, tengo rasgos como de chinito y, antes de terminar la primaria, ya todos me conocían como "el bolita comechotas" o "el chinito culorroto", lo cual era una falsedad porque todavía nunca había visto una chota de cerca y mi culito permanecería lozano e inmaculado por unos años más. Siempre pensé qué bueno sería que tuvieran la misma imaginación para dejar de cagarle la vida a los que no pueden defenderse. La mayoría de los chabones del barrio eran una mierda y convertían en un infierno cualquier salida fuera de mi casa.
Hasta que aparecía Luis y me defendía.
Siempre lo hizo. No sé por qué. Una vez casi lo llevan en cana por moler a piñas a un chaboncito que me tiró al suelo, se me echó encima y empezó a hacer movimientos pélvicos como si me estuviera garchando. Todos se reunieron a nuestro alrededor y se cagaban de la risa. Y entonces de la multitud de pendejos apareció Luis, que se lanzó sobre el chabón y le dio tantos golpes que tuvieron que sacarlo entre varios para que no lo matara. Desde ese día ya nadie me tocó, pero igual me seguían diciendo cosas. Cuando Luis no estaba cerca, claro.
Luis es casi de la familia. Es uno de los dos hijos de la tía Emilia, la mina que está juntada con mi tío Ricardo, el hermano menor de mi vieja. Pero el tío Ricardo no es el padre.
Todos vivimos en el mismo terreno. Nosotros adelante, Luis y su familia en la parte de atrás y, arriba de nuestra casa, la familia de la tía Tere, que es hermana de mi viejo, que tiene dos hijas y al Ricardo Chico, al que lo llamamos así (o simplemente Chico) para no confundirlo con mi tío.
Como dije, Luis me defendía desde que se me empezó a notar lo puto. O sea, casi desde que aprendí a caminar. Pero nunca me había tocado hasta un día en que yo estaba en su casa y él se fue a bañar. La tía Emilia estaba cocinando y distraída como siempre (en la familia dicen que es medio estúpida y que por eso se dejó hacer dos hijos por un chabón que después la dejó sola y encima se fue a juntar con mi tío, que es flor de vago y golpeador). Yo estaba también en la cocina y Luis salió del baño todo desnudo, cubierto apenas con una toalla a la cintura. Confieso que no es lindo, pero tiene buen cuerpo. Y como siempre había sido mi protector, yo me sentía en deuda con él. Así que, cuando lo vi salir del baño, se me aceleró el corazón. ¡Y ni hablar cuando calladito me hizo seña para que lo siguiera hasta la habitación!
Yo no era ningún caído del catre y estaba al tanto de las cuestiones sexuales, aunque lo más cerca que había estado de una verga que no fuera la mía eran los chabones que meaban en el baño de la estación de trenes.Con un poco de ansiedad, me levanté de la silla, sin hacer ruido para no llamar la atención de la tía, y me metí en la habitación con Luis. Creo que él también estaba nervioso, pero cerró la puerta con decisión y dejó caer la toalla.
Creo que jamás me voy a olvidar de la escena. Se lo veía refuerte con ese cuerpito marcado que ya tenía por entonces y esa piel morena que casi no se diferenciaba en las partes donde no da el sol. Y claro que ya tenía la pija a media asta.
- Vení-me dijo.
Su voz fue un susurro. Una invitación mientras se agarraba la verga con la mano y la sacudía despacito para que tomara volumen. A mí se me nubló la mente, pero se me esfumaron los temores. Digo... no tuve miedo ni me pareció malo lo que íbamos a hacer. En realidad dejé de pensar y di un par de pasos hacia él, me puse de rodillas y abrí la boca. Fue todo tan natural que todavía hoy me asombra. Luis se adelantó hacia mí y la pija entró como en una funda. Dio un resoplido ahogado y se empezó a mover muy despacio como si fuera un pistón. Yo lo miraba desde abajo con los ojos tan abiertos como las quijadas. Él miraba al techo y el relieve de su garganta, con la nuez que subía y bajaba al compás de su placer, agregaba gozo a mi propia satisfacción. Cuando bajó la cabeza, nos miramos a los ojos, sin parpadeos y sin titubeos. Yo me afirmé con las manos en mis muslos y él me tomó la cabeza con suavidad antes de llevar la pija hasta lo profundo de mi garganta. El glande me acarició la glotis y me sobrevino la primera arcada, pero me la banqué y casi no se notó la reacción de mi cuerpo. Él se movió muy, muy lento. Llegó hasta el fondo y se retiró para luego volver a deslizarse hacia el interior y repetir la maniobra, una y otra vez, pero sin prisa ni brusquedad. Yo nunca fui un tipo de cariños fáciles, pero esas caricias de su verga en mi garganta y de sus testículos en mi mentón todavía hoy me conmueven. Lo digo sin chiste. El dulce perfume de su miembro recién lavado completaba la perfección del instante. Y sus pulgares que, comedidamente, iban secando las lágrimas que habían empezado a deslizarse por mis mejillas. Los músculos de mi cuello seguían pertinaces en su intención de rechazar la intromisión apasible de aquel miembro divino. No sucedería aquella tarde la aceptación de la bandera blanca que terminaría por dar paso libre a esa pija y a todas las que vinieron después. De manera inusitada, la boca se me llenaba de saliva (nunca había imaginado que pudiera sucederme tal cosa) y los chorros de baba se escapaban por mis comisuras, bajaban por los muslos de Luis y acababan en mis manos o en sus pies. En los años que siguieron a aquella tarde, muchos trataron de convencerme de que aquello era pecado. Pero se sentía tan rico, tan natural, tan vivificante, que aceptaría la condena a mil infiernos y las marcas del mismísimo demonio antes de renunciar a ser quien soy.
En el momento, uno pierde la noción del tiempo y la magia de un instante parece eterna, pero lo más seguro es que la escena haya durado apenas unos minutos antes de que la tía Emilia se diera cuenta de que estaba sola en la cocina y empezara a reclamar nuestra presencia. Luis me miró y se sonrió de manera taviesa antes de sacarme la pija de la boca y empezar a pajearse ante mis ojos.
- No cierres. No cierres -me urgió entre susurros justo en el momento en que su rostro se desencajaba con ese gesto típico que parece sufrimiento pero es todo lo contrario.
Un par de sacudidas después la pija volvió a enterrarse en mi garganta (esa vez sí con un poco de violencia) y explotó en una catarata de leche que me hizo temblar de pies a cabeza. Cuando la verga salió de mi boca, Luis se desplomó sobre la cama con una sonrisa de oreja a oreja. Yo no cabía en mí de tanta felicidad y me quedé allí, de rodillas, sonriendo también como un idiota. Las gotas de semen que no había logrado tragar se escurrían por mis comisuras y, mientras se calzaba los calzones, Luis me ofreció sus pies, para que yo lamiera los otros restos de leche que se me habían escapado.
Después de esa experiencia, lo de meterse en mi cama era un paso obligado.
Hummm! Ya estoy esperando la continuación.
ResponderBorrarUn abrazo.
Mañana la tendrán, jeje
BorrarQ buen relato ! seguilo ......Q lindo el 1, 6, 31 y 44 ..abrazos Indiogaucho
ResponderBorrarnode vale que sigue.............
ResponderBorrarAcabo de publicar la continuación jajaja. No sean ansiosos.
ResponderBorrarhttps://bananas-ardientes3.blogspot.com/2020/05/el-paso-obligado-2da-parte.html
Excelente como de costumbre !!! Al principio me he hecho un poco de lio con los parentescos familares, pero por lo demás, una sabrosa y amena lectura. Además las fotos que acompañan al texto, le hacen un acompañamiento más que sugerente. Vamos a por la segunda parte, que ya me esta picando el gusanillo de la curisidad además del de entre las piernas jajajaja.
ResponderBorrarPor cierto... Que quiere decir: Una vez casi lo llevan en cana??? Detenido o algo asi???
Besitosss !!!
Correcto. Ir en cana es ir preso.
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