¿Quién no ha chupado una pija alguna vez? Si sos un verdadero bananero, no podés haberte privado de ese placer. Pero, por experto que uno sea, no todo es lo que parece. Pasen y lean.
La felatio (o felación, en castellano) es un verdadero arte. Muchos se piensan que basta con meterse y sacarse la verga de la boca, pero un buen pete implica mucho más. No es mi intención centrarme en esta publicación en las técnicas o los beneficios de la mamada, pero siempre es pertinente dejar en claro que el sexo oral, además de placentero, es algo serio. Tanto que existen diversas modalidades aunque en el lenguaje común metamos todo dentro de la misma bolsa.
La primera vez que tuve una pija en la boca fue en el baño de un Mac Donalds. Fui muy torpe pero al chico al que se la chupé no le importó. Después, con la práctica, fui aprendiendo y hoy puedo decir que sé de lo que estoy hablando.
Cuando uno chupa una verga, tiene el control. El tipo dueño del pene, por machito que se considere, suele quedarse quieto, re pasivo, y solo se deja hacer. El felador (el que la chupa) maneja la batuta y, como todos saben, esa expresión no es tan solo una metáfora. Yo aprendí a masajearla con delicadeza y con firmeza, según sea necesario. También a pasarle la lengua, a acariciarla con los labios, saboreándola, oliéndola, disfrutándola. La clave está en mantenerse atento a las señales. Si la está pasando bien, el chongo te lo hace saber. Gime, se retuerce, te habla con voz quebrada y se deja hacer mientras pueda contenerse. Pero por sobre todas las cosas, si le gusta de verdad, el chongo es tuyo.
Será por eso que, en la Antigua Roma, ser felado era algo deshonroso.
Parece ser que a los romanos la homosexualidad los traía sin cuidado. Para ellos, tener sexo con una mujer o con un hombre daba lo mismo. Sin embargo, el rol que uno ocupaba en la relación marcaba el límite entre la honra o la ignominia. Según esa moral tan esquemática, el varón debía mantener siempre el control. La sodomía activa no representaba ningún problema pero un homosexual pasivo carecía de derechos ciudadanos y, por tanto, no podía actuar en política. Para nosotros es una cuestión casi anecdótica, pero una de las peores acusaciones que le hicieran sus detractores a Julio César era, justamente, que en su juventud hubiera sido el amante pasivo del Rey de Bitinia. Un amo que sodomizara a un esclavo, por ejemplo, solo hacía uso de un derecho. En cambio uno que se hiciera sodomizar por el siervo estaba cometiendo un crimen contra la sociedad. Con el sexo sucedía algo similar. En la fellatio, el "activo" es aquel que voluntariamente se introduce el pene en la boca. Para un ciudadano romano respetuoso de las leyes y las creencias eso sería algo impensable. Lo dicho: chupar pija y dejarse penetrar analmente, en esa sociedad, eran atentados contra la moral y las leyes.
Sin embargo, si hablamos de sexo entre varones, lo permitido era la irrumatio.
La irrumación (adaptación castiza del latinajo) consiste básicamente en invertir la carga voluntaria de la felación. En este caso, los conceptos de "activo" y "pasivo"retornan a los cánones normales: el dueño de la boca se queda quietito mientras el dueño del pene se lo mete, controlando la acción, el ritmo y la intensidad. ¡Vamos!... dicho más sencillamente, el chongo se lo coge por la boca. Algunos amantes de los anglicismos lo llaman face fucking.
La boca es, entre otras cosas, el órgano de la oratoria y la política y para los romanos eso era muy importante. Tanto que cualquier forma de obstruir su desempeño constituía una humillación para la víctima. Cuanto más si uno le impide hablar metiéndole una pija hasta la garganta. Aun hoy, esto puede considerarse un insulto y por aquellos tiempos era, sin dudas, una demostración de poder. Un buen romano tenía que irrumar y penetrar. Eso sí que era digno. Incluso podía ser considerado un acto de justicia, ya que un infractor del alguna norma podía ser condenado a ser irrumado como forma de pago de su falta.
Cuando el Imperio Romano cayó, durante la Edad Media, uno de los castigos más comunes era el de someter al reo al suplicio del potro. Pero no era para nada inusual que dicho padecimiento se condimentara por una irrumación o una penetración anal. Eran tiempos complicados para los machitos delincuentes.
Hoy en día las cosas han cambiado mucho. En la actualidad las leyes ya no contemplan la posibilidad de irrumar a alguien a modo de castigo. Fácticamente, el pene puede ser comparado con la religión: no hay nada de malo en el hecho de tener uno pero no está bien visto el metérselo a otro por la fuerza.
En el siglo XXI, estas prácticas sexuales son consensuadas y, en un contexto de normalidad, no hay humillación ni daño para ninguna de las partes.
No obstante, desde el punto de vista de la salud y del goce, hay mucho que decir al respecto. No es que uno quiera bajarle la intensidad al morbo, pero ya se sabe que hay situaciones en las que deberíamos cuidarnos. Sobre todo porque a veces el irrumador se entusiasma demasiado y el pasivo termina con lesiones de garganta o con los carrillos acalambrados. Y eso por citar solo uno de los riesgos. El temita de las infecciones suele tener un poco más de prensa.
Por entonces yo no tenía idea de las diferencias entre una y otra práctica y el primero en irrumarme se llamaba Benjamín. Tal como suele suceder en los tiempos modernos, fellatio e irrumatio suelen combinarse casi naturalmente. Todo depende de la pericia de los participantes y de la voluntad de cada uno para brindar placer a su compañero. Yo estaba sentado y él se paró junto a mí con los pantalones bajos. Sin tener idea de lo que debía hacer, igual lo hice. Todos fuimos inexpertos alguna vez y algunos aprendimos con la práctica. Lo recuerdo como un sueño. En mi memoria, la mano que toma la verga no parece la mía. Todo se reduce a una imagen. No puedo estar seguro de los olores y las texturas. Desde aquella tarde de mi adolescencia han pasado tantas vergas por mi boca que es probable que las sensaciones que hoy asocio con Benjamín pertenezcan a algún otro. Sin embargo, el choque de su glande contra mi garganta, la fuerza con que Benjamín me tomó de las orejas y los golpeteos de su escroto en mi barbilla permanecen más frescos en mi mente. Estuve varios días con dolor al tragar. Es que el chongo tenía buen tamaño y justamente por eso probé, una y otra vez, hasta que me acostumbré a su irrumatio. Y lo disfruté. ¡Cómo lo disfruté!
Interesantisimo reportaje ZekYs !!! El tema de las practicas sexuales a lo largo de la historia, y en especial durante el Imperio Romano y la Grecia clasica me pareen apasinantes jejeje.
ResponderBorrarBesitosss !!!
Bravo, me encanta estos posts culturales...
ResponderBorrarUn abrazo.
Jajajajaja. No sé si tan cultural jajajaja
Borrar