A veces, es necesario saltarse los prolegómenos e ir directo al grano, juas.
Desde que Don apareció en nuestras vidas, nuestra apreciación del porno gay asiático cambió radicalmente, jeje. En lo personal, confieso que nunca había sido un entusiasta del género. También confieso que la razón no me enorgullece. Conocí a muchos asiáticos hermosos, incluso en persona, pero todos tenían vergas chiquitas. Aún hoy, eso es algo que puede llegar a desmotivarme. En mi adolescencia, cuando la sangre me herbía en las venas y no podía controlar mis deseos de sexo y más sexo, conocí a un coreano que me volvía loco. Se llamaba Hyun y era uno de los chicos más hermosos que he conocido jamás. Íbamos al mismo gimnasio y, francamente, no podía quitarle los ojos de encima. Por ese entonces, la idea de respetar los límites de la prudencia me era ajena y no tardé en hacerlo partícipe de mis objetivos. Él no era gay. Pero ¿cuándo fue ese un impedimento para un buen polvo entre chicos? A los pocos días de haberlo conocido, una tarde me acerqué a él en el vestuario y, mirándolo a los ojos, sin perder el tiempo en explicaciones, le pregunté si me dejaba chuparle la verga. Hyun no pareció sorprenderse y me ofreció una sonrisa que me puso aun más caliente de lo que ya estaba. Sin desviar la mirada, estiré mi brazo y posé mi mano sobre su entrepierna. Al menos al tacto, no logré descubrir contornos atribuíbles a un pene, pero supuse inocente de mí) que en su condición de paki no se calentaría fácilmente con un chico. Así que nuevamente decidí no perder tiempo. Me arrodillé frente a él y le bajé los pantaloncitos deportivos que llevaba. Tenía también un suspensor de algodón que mis manitos diligentes también deslizaron hasta los tobillos. Y entoces sobrevino una de las primeras grandes decepciones que guardo en mi memoria. El suspensor ocultaba una mata salvaje y renegrida de vello púbico y, en medio de esa pelambre, una pijita flácida y apenas más gruesa que un pulgar, sobre un escroto estirado por dos exiguos huevitos de codorniz. Aun así, no me amilané y confié en mis habilidades de buen mamador. "En dos chupadas se la levanto", me dije. Y así fue. Pero la pija parada no guardaba relación con el contexto. Hyun era alto y había hecho un muy buen trabajo con su musculatura. Tenía piernas macizas y unas pantorrilas que despertaban la envidia de todos los que asistíamos al establecimiento. Y sin embargo, esa verguita diminuta le quitaba a uno todo deseo. No obstante, ya desde entoncesyo era un profesional sin saberlo. Seguí chupando como si me excitara y luego le permití cogerme. Aunque en ninguno de ambos casos me sentí satisfecho.
Aquella mala experiencia me marcó y ya no volví cruzarme con él a solas por miedo a que quisiera repetir. Tiempo después, conocí a otros chicos asiáticos y los resultados fueron similares, aunque no tan impactantes porque mis expectativas eran menores.
De todos modos, con el tiempo aprendí a disfrutar de otras partes de la anatomía masculina y descubrí que, muchas veces, la abundancia y el placer hay que buscarlos por detrás. Así fue como llegué a reconciliarme con los chicos de ojitos rasgados. Tanto que en la actualidad se hallan casi al nivel de los latinos en mi ranking de preferencias.
Y si hablamos de Don, incluso podríamos eliminar el «casi» de la oración anterior.
No sé si mi gusto por él entra dentro del campo de la exageración, pero ciertamente me fascina su cuerpo y mucho más ese culo con el que la Madre Naturaleza lo ha premiado. Sin mencionar la calentura que me genera verlo en acción, tanto en el rol pasivo como activo.
Yowei también está escalando posiciones. Sobre todo ahora que hemos descubierto su amplísima experiencia previa a las apariciones en Peter Fever, productora gracias a la cual ambos han alcanzado repercusión internacional.
Hoy los veremos juntos una vez más. El resultado es una escena encantadora que, además de profundamente pasional, podría catalogarse como romántica y que rompe en gran medida con las estructuras típicas del porno. Como ejemplo, solo diré que aquí no hay mamadas pero abundan los besos y las caricias. Y los chicos van directo al grano sin apartarse ni por un segundo del objetivo central, que es disfrutar y hacernos disfrutar.
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