¿Y? ¿Qué onda Halloween por su barrio? Por el nuestro parece que la tradición va prendiendo. Pero no exenta de prejuicios.
Nosotros vivimos en un piso quince de una torre en pleno barrio de Caballito, uno de los más oligarcas adinerados de la ciudad de Buenos Aires. En los últimos años habíamos escuchado decir que los niños de la zona estaban adhiriendo a la tradición yanky de salir a pedir golosinas entre los vecinos. Se decía que por lo menos entre los vecinos del propio edificio.
Hasta hace unos cinco años, la población de nuestra torre promediaba una edad cercana a los cincuenta, ya con hijos grandes y sin niños. Pero, de un tiempo a esta parte, ha ocurrido un recambio generacional y ya no es infrecuente el bullicio infantil en los ascensores y en los espacios comunes.
En virtud de ello, ante los comentarios que una escuchaba en los negocios de cercanía, ya en 2019 con la Thiago habíamos comprado una buena provisión de caramelos y chocolates para distribuir entre los niñatos que vinieran a tocar a nuestra puerta.
Pero en ese año de 2019 la celebración comunitaria pasó de largo por nuestro piso. Ningún niño vino por sus golosinas y todo lo que habíamos comprado terminó incrementando nuestras raciones diarias de grasas y azúcares durante varios días.
Obviamente, en 2020 (pandemia mediante), todo este tipo de interacciones sociales fueron suprimidas. Pero este año, cuando ya pareciera que empezamos a transitar la pospandemia, los chismorreos barriales de que los niños saldrían nuevamente a celebrar la Noche de Brujas con sus disfraces nos hicieron contemplar la idea de volver a comprar golosinas como hace dos años. Sin embargo, la mala experiencia de aquella oportunidad nos quitaba entusiasmo.
Pero el futuro biólogo de la familia tuvo entonces una idea brillante: él mismo prepararía golosinas caseras como las que hacía su madre. Al fin y al cabo, terminaríamos igualmente atiborrados de azúcar, pero con ese toque peculiar de lo artesanal.
El primer paso consistía en pedir permiso al bananero en jefe para usar SU cocina (ya se sabe lo quisquilloso que puede ser Zek en lo referido a ese tema) y, logrado su consentimiento (la propuesta de los dulces fue un gran incentivo para su visto bueno), la Thiago y yo pusimos manos a la obra.
Surgieron así unos deliciosos bandeirantes (que son unas bolitas preparadas con leche condensada y chocolate), unos indescriptibles pavecinhos (unas galletas de leche, chocolate, limón y coco), los más conocidos quimdim, los beijinhos, los empanizados y los sonhos (que son casi iguales a nuestras berlinesas con crema pastelera.
Toda la mañana del domingo trabajando en la cocina. Tanto que, al mediodía tuvimos que pedir pizza por delivery porque no quedaba sitio ni tiempo para preparar el almuerzo.
Por la tarde, los vecinitos no llegaban y ya estábamos haciéndonos a la idea de que terminaríamos comiendo todo nosotros, como hace dos años, cuando ya pasadas las seis sonó el timbre.
Eran los nietitos de la señora del 8vo B (nene y nena de unos 6 ó 7 años) que estaban disfrazados de personajes de manga.
Yo estaba más contento que perro con dos colas y Thiago corrió a la cocina para entregarles una bolsita con las exquisiteces que habíamos preparado a cada uno. Lo increíble fue que los nenes se sorprendieron de que hubiera comida casera y no productos comprados. Por un momento pensé que estaban decepcionados, pero lo suyo era solo sorpresa. Y la pinta de las golosinas de Thiago era tan tentadora que la nena sacó un bandeirante de la bolsa, se lo devoró ahí mismo y, después de limpiarse la boca con la mano, le dijo a su hermano: "¡Comé, comé que están buenísimos!".
A la Thiago casi le da un ACV de vanidad mientras los mocosos se comían todo ahí nomás. Y como había mucho para repartir, les dimos otra bolsita a cada uno para que llevaran a sus casas.
Y entonces la nena nos hizo una confesión:
- Esto mejor lo escondemos porque mi abuela nos dijo que no viniéramos acá porque seguro que ustedes no nos daban nada...
Thiago y yo nos miramos.
- Pero entonces llevenle una bolsita a la abuelita -sugirió la Thiago- para que pruebe ella también.
-¡No! -exclamó el nene, como asustado- ¡Si se entera de que vinimos se va a enojar!
No quisimos insistir y los dejamos ir. Y hasta nos dieron un abrazo y beso como agradecimiento.
Una media hora más tarde volvió a sonar el timbre. Era un grupo más nutrido de chiquillos disfrazados que, advertidos por los hermanitos del octavo, querían probar esas "masitas" que les habíamos cocinado.
Alcanzó para todos e incluso nos quedó algo también para nosotros. Por el momento podemos decir que fue una linda experiencia. Mañana veremos si los vecinos terminan acusándonos de inducir a sus niños por el camino del vicio. Está claro que, por más que nos sonrían en el ascensor, seguimos siendo "los putos del edificio".
Y tienen razón.
Pero lo que no comprenden es que nos gustan más crecidos y que, por el momento, sus pequeños no corren peligro.
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Para el año próximo vamos a organizar una fiesta de Halloween en casa y vamos a invitar especialmente a los chicos más grandes del edificio...
... y la golosina principal va a ser nuestro ya famoso chorizo de calabaza.
Si ves algún enlace caído, avisanos para poder reponerlo. Gracias.
Some of these are too creepy! 😜
ResponderBorrarHappy Halloween! 🧡🖤🧡🖤🧡
¡parece un carnaval de otoño!
ResponderBorrar¡Feliz noviembre, querido amigo!
Pues a mi este año, por degracia me toco currar la noche del maldito hallowen de los cojones, y todabia me estoy recuperando del trauma de tener que aguantar a la pletora de mamarrachos acoholizados vestidos de gilipollas, a los que tube que atender con la más falsa de mis sonrrisas... Encima ninguno de los muy cabrones tubo la cortesia de sacarse la chorra, o enseñarme el culo !!! No sabeis lo que eche de menos un buen patibulo y unos cuantas toneladas de leña seca para terminar la noche con un calido remember al estilo del S.XIII jajajajaja....
ResponderBorrarBesitossss !!!!
¡Sinceramente, no necesitábamos esta estúpida fiesta anglosajona!
ResponderBorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMuy divertida la anécdota y esos nenes denlas fotos le dan un toque muy «interesante».
ResponderBorrarUn abrazo.