Bananas Ardientes: Watervoley

viernes, 15 de enero de 2021

Watervoley

Volvemos a la carga con Jason, el pendejito que fue furor a comienzos del milenio y que, a las claras, le sacó mucho provecho a esa piscina, juas. Pasen, miren y... bueno... no sé si se van a refrescar mucho, juas.

En esta ocasión, Jason Andrews está entrenado con su amigo Ryan Conners y solicitan ayuda a su entrenador, el joven Nick Angels.

Nick se apresta a cumplir con su rol, pero luego de un par de jugadas y explicaciones, propone un "descanso". Y ya sabemos lo que eso significa en el mundo del porno jajajajaja. ¡De descanso, NADA! ¡Es ahí cuando comienza el verdadero trabajo!

El pequeño Jason tuvo su momento de fama, allá por el 2007, y por tanto su lugar privilegiado en nuestro blog, que recién nacía. Por entonces yo era el único encargado y, de hecho, todavía vivía solo en mi pequeño departamento de San Telmo, donde de tanto en tanto recibía algún cliente y muy a menudo me entregaba a los placeres solitarios viendo estas películas que me proveía un señor mayor llamado Natalio, que tenía una tienda de alquiler de videos en la calle Pasco y no me cobraba recargo por demora. Yo, en retribución lo dejaba tocarme el culo cada vez que iba a su local, jajajaja. Todo un caballero el señor Natalio. ¡Jamás pasó de eso! Él sabía perfectamente a qué me dedicaba pero nunca me hizo insinuaciones ni ofertas. De hecho, lo de tocarme el culo fue a insistencia mía, jajajaja.

Una tarde fui a su tienda en compañía de Marcelo, una marica amiga de aquellos años que estaba empeñada en determinar cuál de los dos (si él o yo) tenía el culo más firme. Ambos íbamos diariamente al gimnasio y nos esforzábamos por mantener en buena forma la herramienta de trabajo. Pero yo debía reconocer que sus glúteos eran mejores que los míos. Sin embargo, la Marcelo opinaba lo contrario y exigía una tercera opinión. En ello estábamos cuando entramos al negocito del señor Natalio, quien escuchó nuestros fundamentos muy entretenido. Pero cuando le pedimos un veredicto lo asaltó un rapto de timidez. No valía una apreciación meramente visual. Tanto Marce como yo estábamos de acuerdo en que, para que el dictamen fuera válido, el señor Natalio tenía que echar mano. ¡Y tuvimos que obligarlo! jajajajaja. Tan educado era el buen hombre. Tan buena gente.

De ahí en más, cada vez que iba a su tienda, desarrollábamos un paso de comedia que era algo así como un ritual. Yo me daba vuelta y arqueaba la espalda para levantar el culo; si llevaba abrigo, me levantaba la falda y le preguntaba:

- ¿Y? ¿Qué tal? ¿Voy progresando?

Y él, tímidamente, me apretaba una nalga con la punta de sus dedos y daba su aprobación.

Creo que nunca lo mencioné en el blog, pero el señor Natalio fue un tipo maravilloso que, bromas aparte, me incentivó a seguir con mis estudios cuando me acechaba la depre (que no se vayan a creer que en mi vida todo ha sido joda). Él fue también el que me conectó con las organizaciones que trabajan en favor de los derechos de la diversidad sexual. Obvio que era gay. Pero un gay "de los de antes", como él se definía.

Un día me dijo:

- Si yo tuviera cuarenta años menos, ya te habría pedido matrimonio.

- Pero los putos no nos podemos casar. -le respondí.

- Todo es cuestión de tiempo.

Y unos meses después asistíamos juntos a una reunión en la que se daba comienzo a la campaña para lograr la ley de matrimonio igualitario.

No sé por qué me acordé ahora del señor Natalio... pero sin duda que fue alguien muy importante en mi historia y siempre lo recuerdo de la única manera en que puedo recordarlo: con muchísimo cariño.