Volvemos con estas joyitas del porno de OTB, la productora latina injustamente olvidada. Hoy, con Miguel y Juan Carlos.
Los más jovencitos tal vez no tengan idea de lo que es una rocola. Aunque es posible que todavía existan. Acá, en Buenos Aires, no recuerdo haber visto alguna en los últimos años. Pero tal vez me equivoque y sí haya.
Las rocolas eran (o son) unos aparatos que se instalaban en bares u otros sitios públicos de reunión y que reproducían música. Tenían una gran botonera que servía para hacer la selección de los temas a reproducir y se accionaba con la inserción de una moneda o un billete o una ficha, que se compraba en la caja del establecimiento. Cuando yo era adolescente, se podía elegir entre las canciones que la máquina almacenaba en CD, por lo cual el espacio que ocupaban no era despreciable. Imagino que, si todavía existen, ahora deben almacenar miles y miles de canciones en un espacio ínfimo. Pero se me ocurre que deben mantener su aspecto aparatoso y las luces de discoteca que las caracterizaba. Una cuestión de memoria emotiva.
En el episodio de hoy, Juan Carlos inicia la escena pajeándose junto a una rocola. No éramos tan evidentes, pero en mis tiempos de adolescente era habitual pararse junto a una de esas máquinas con el objetivo de levante. Era una manera de llamar la atención de los interesados. Pero claro que esas cosas pasaban en el centro y en bares donde se sabía que iban chicos gays. Yo crecí en Caseros, una localidad de provincia, y ahí los putos no éramos bien mirados. Aunque los pakis tenían las mismas artimañas y levantaban minitas.
Al Juan Carlos de OTB la técnica le da buenos resultados y de inmediato se acerca Miguel, que está más que dispuesto a seguirle la corriente. Lo demás es un poema en formato porno.
Un video viejito pero para no perdérselo.
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Leche no les falta... Quien pudiera.
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